Tengo por delante otro día, en los que la imaginación va más deprisa que los sentidos.
Aparco en Oliván. La idea es llegar hasta la cara este del túnel de Cotefablo, en donde hemos quedado con Rosa, para descansar en Broto, y al día siguiente darnos un paseo por Ordesa.
Pretendo hacer toda la ruta por senda, evitando la pista existente hasta cerca de Ainielle, que, además, obliga a cruzar el río (barranco de Olivan), varias veces.
La primera sorpresa del día es BERBUSA.
El conjunto del pueblo está abigarrado en muy poco espacio de terreno.
En la ladera del monte que busca la luz y el calor del sol. Me sorprende la altura de sus edificios en ruinas, algunos incluso de 3 plantas.
El conjunto del pueblo está abigarrado en muy poco espacio de terreno.
En la ladera del monte que busca la luz y el calor del sol. Me sorprende la altura de sus edificios en ruinas, algunos incluso de 3 plantas.
Por sus calles difícilmente cabe un carro, sumando esto a que el acceso es limitado a una senda, fácilmente se deduce la sobriedad de recursos
A la salida del pueblo, por el camino que se dirige a Ainielle, unos larguísimos muros de piedra seca, delimitan campos y prados. Esto nos enseña lo que trabajaron nuestros mayores, en una tierra durísima y exigente con sus hijos.
Voy a la segunda parada del día. La senda, algo larga pero muy agradable, me deja en AINIELLE.
Poco puedo añadir yo a todo lo que se ha dicho sobre Ainielle, dicho, escrito, e incluso filmado. Hay un reportaje en Televisión muy interesante.
Pasear por sus calles, asomarte a las casas, con esa sensación que se tiene en los pueblos abandonados, siempre por la fuerza, de hacer algo incorrecto al meterte en casa de otras personas que, aun sin estar, tienen derecho a su intimidad.
Piensas, te recreas inventando historias, ruidos, músicas, olores. Te cabreas porque han tenido que ser así las cosas, que alguien ha tenido que abandonar su casa, su forma de vida, bien por la fuerza de la naturaleza, o bien, y esto si que ya es terrible, porque otros hombres lo han decidido.
Piensas, te recreas inventando historias, ruidos, músicas, olores. Te cabreas porque han tenido que ser así las cosas, que alguien ha tenido que abandonar su casa, su forma de vida, bien por la fuerza de la naturaleza, o bien, y esto si que ya es terrible, porque otros hombres lo han decidido.
Nuevamente la senda, ahora con trozos de pista, me lleva a OTAL.
Revivo los sentimientos de siempre. Me parece increíble la belleza del conjunto urbano que está absolutamente tomado por las vacas, incluso, dado la hora que es, descansando en el interior de lo que fueron viviendas.
Casas que en su día debieron ser muy principales. La iglesia, a la que García Omedesconcede una importancia especial.
Revivo los sentimientos de siempre. Me parece increíble la belleza del conjunto urbano que está absolutamente tomado por las vacas, incluso, dado la hora que es, descansando en el interior de lo que fueron viviendas.
Casas que en su día debieron ser muy principales. La iglesia, a la que García Omedesconcede una importancia especial.
En fin, ultima sorpresa del día, y que remata una jornada inigualable.
Este lugar, más abierto al monte, se deja ver desde dos de los tres gigantes locales, Erata y Pelopin
En vez de subir al collado para bajar directamente al túnel de Cotefablo, sigo (a duras penas) el GR15, para llegar al llamado Puerto de Otal, y así dar vista a Oto y Broto, volviendo luego al collado por el que inicio el descenso al túnel. Han sido casi 26 kilómetros con 1450 de desnivel acumulado.
En este track, los amigos de WIKILOC y yo no coincidimos en la apreciación, pero sirve de base para la excursión
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